Aprender y transmitir

 

 Aprender y transmitir

Ismaël Omarjee, Doctor en historia y filosofía de la ciencia

 

El “Islam original”, como es reclamado por Farid Gabteni[1], es decir el Islam sin mancha, supone un asunto de primordial importancia[2]. Veamos algunas reflexiones destinadas a tratar de señalar su naturaleza y alcance.

Principios de la religión
Hace algunas décadas, Mohammad Iqbal, filósofo musulmán, propuso “reconstruir el pensamiento religioso del Islam”, “replantear todo el sistema del Islam sin romper con el pasado”, con el fin de liberar a la religión de los arcaísmos y anacronismos que enmascaran su realidad, su grandeza, de restaurarla en su verdad.
En el marco de sus reflexiones sobre las bases y fundamentos del pensamiento islámico, procedentes de la fuente coránica, Farid Gabteni propone hoy, no ya reconstruir el pensamiento religioso del Islam, sino regresar por entero al mensaje de la verdad y la paz del Islam[3], a los principios esenciales, universales, por otra parte, plenamente actuales, que definen a esta religión de ayer y de hoy, de futuro y de porvenir. El siguiente verso del Corán ilustra este enfoque: “¡Oh vosotros que habéis asegurado (creído)! Venid en la suficiente paz, y no sigáis los pasos del diablo; él es ciertamente un enemigo declarado vuestro” (Sura 2, verso 208) .
La referencia al mensaje original, lejos de representar un retorno al pasado, una forma entre otras más de tradicionalismo e inmovilismo, significa una vuelta a la esencia iluminadora, purificadora y pacificadora del mensaje revelado al espíritu a través de la letra, fuente de elevación y fecundidad de pensamiento, de irreductibilidad del enfoque religioso, de la religión[4]. La revelación representó un momento fundacional, eminente de encarnación de esta dinámica de desarrollo y enriquecimiento del pensamiento y de la historia.
El Islam, en tanto que religión de adoración a un Dios Único, sin asociado(s)[5], fue, recuerda Dios en el Corán a la humanidad, la religión de Abraham, referencia común para las tres grandes religiones contemporáneas que se reclaman monoteístas. Esta adoración se concibe en la búsqueda del Verdadero, del Perfecto, del Altísimo[6]. Representa por tanto una fuente de realización y elevación del ser humano, de la humanidad[7].
El primer principio islámico, ampliamente conocido y reconocido, se ha mencionado anteriormente, es el reconocimiento de un Dios único sin asociado(s)[8]. El Islam ha significado, desde el momento de la revelación a Mahoma, el regreso a la historia de la humanidad del monoteísmo puro, del monoteísmo integral y exclusivo, para anclarlo permanentemente en ella, a escala mundial. Este primer principio, por el cual el musulmán es testimonio del Primero, Aquel que fundamenta su vida y obra, es inseparable de un enfoque fundamental de conocimiento a través de la razón, de conocimiento del Creador y de la creación, del Creador por la creación y de la creación por el Creador, al igual que el enfoque de Abraham y de acuerdo con la primera orden coránica: “Lee en el Nombre de tu Sustentador, Quien ha creado”[9]. Es a través de la búsqueda de la verdad, la observación de la naturaleza y el razonamiento como Abraham llegó al reconocimiento de un Creador todopoderoso y dio testimonio de él, relata el Corán. Fundamento, pilar esencial del Islam, de la vida islámica. El verdadero musulmán adora por tanto de modo racional y natural al Único[10].
La idea de un Dios único, trascendente, es y seguirá siendo una idea insuperable, atemporal e indispensable, la única, promulgada por la religión de la exclusividad y de la irreductibilidad[11], a través de la historia del pensamiento, manteniendo su dinámica y la determinando su horizonte[12]. La idea filosófico-religiosa por excelencia, el Uno, surge y se confirma como una idea perfectamente racional y suprema a la vez.
Otro principio consustancial al Islam, referente a la orden de la razón, estrechamente vinculada a la primera, es la caridad, acto de reconocimiento frente al supremo Benefactor, ejercido ante su creación. El leitmotiv coránico, anunciado de principio a fin del texto sagrado, no sufre por ello ambigüedad alguna: la fe es, por naturaleza, inseparable de la obra benéfica, justa, útil.
El principio de la caridad se traduce, por ejemplo, en términos de no destrucción, no alteración, no degradación, no desnaturalización de la creación, es decir, obras de restauración, de preservación y de cumplimiento de la misma, en cualquier ámbito que lo requiera.
Los amplios campos de la ciencia, la tecnología, los poderes que estas confieren y sus consecuencias en la biosfera, representan un importante ámbito de responsabilidad humana y de aplicación, urgente, de este principio. El creyente ve su responsabilidad comprometida ante el Creador y su creación. Los hombres, en general, ven su responsabilidad comprometida ante la humanidad y la historia.
La obra del creyente
En oposición a quienes traicionan el Islam por sus actos o palabras, usurpando el mensaje y distorsionándolo, son muchos los actores reclamados, inspirándose en sus principios fundamentales, obrando con total sinceridad. Estos son los musulmanes plenos, sinceros y fieles, alejados de todo dogmatismo, así como de todo extremismo nocivo, totalmente contrario al Islam, a los que anima la obra de Farid Gabteni. Ellos viven y hacen vivir el Islam original, el Islam de luz, el Islam de paz y de unidad, el Islam de generosidad y de bondad, el Islam de justicia y de sabiduría, de justicia y de moderación. Estos musulmanes son iluminadores, ejerciendo plenamente su humanidad, en beneficio de la humanidad.
El Islam, por sus principios fundamentales y atemporales, llama y acompaña a la criatura al orden divino universal, a la naturaleza de la naturaleza, a su propia naturaleza, su condición original. La religión está destinada a dar forma a una dinámica[13] y a una civilización de conocimiento y de reconocimiento. Ha contribuido y contribuye esencialmente a la gran historia, a la civilización humana.
La unidad de los musulmanes, la de sunitas y chiitas, y, aún más allá, la unidad de los creyentes y de la humanidad, exige regresar al mensaje original y universal de Dios.
La obra de Farid Gabteni permite por fin recorrer y reflexionar sobre numerosas cuestiones, cuestiones de fondo, cuestiones cruciales. Ofrece la iluminación de un humanista, actor y conocedor de la cuestión islámica, por medio de una rica experiencia y de una profunda reflexión. El resultado es una vista ampliada del Islam, lejos de los habituales clichés y prejuicios que surgen tanto desde dentro como desde fuera del “Islam”, una introducción iluminada, sensata, a la lectura del Corán. Contribuyen a esta lectura, recordémoslo, sus trabajos en los que revela un orden matemático del texto coránico, de ahí su carácter plenamente vivo y actual, a través de las cuales la metafísica del monoteísmo se concibe según los términos de una ciencia exacta[14]. El autor apoya de hecho en esta ocasión la idea monoteísta de una organización de lo real, desde el original hasta el actual, desde la naturaleza hasta la cultura, para estudiar y descubrir, es decir, la de un organizador supremo. Todo esto contribuye a hacer de la obra creada y transmitida por el autor un momento decisivo en la historia de las religiones.
Esta obra contribuye, además, a romper las barreras levantadas sobre la ignorancia y la violencia, y a tender un puente entre las personas, personas de sabiduría y de paz, en torno a valores comunes del género humano, con el apoyo de la idea un orden divino que respetar y perpetuar a escala humana. Es ante todo el recurso y el regreso interior a Dios, el Original, la elección de lo divino por parte del hombre, la expresión de lo mejor del hombre, lo eminentemente humano, que permitirá reducir, ver reparadas las alteraciones y los muchos males, presentes y amenazantes, para una mejor situación, tanto desde el punto de vista individual como del global, debido a un mundo de interdependencia. Los males y peligros presentes hoy en día, productos de la historia, no podrían ser sino el resultado de un viaje que se desvía de este recurso y de este regreso, de naturaleza eminentemente protectora y benefactora[15], por ser elevadora.
En última instancia, la obra de Farid Gabteni representa una contribución esencial en este contexto, marcado por la necesidad de un ejercicio incrementado y urgente de las dimensiones humanas de conciencia y sabiduría.
Noviembre 2016

 

[1] Véase, al respecto, el texto titulado "El mensaje original del Islâm" en su libro: "El sol sale por el Oeste" (SCDOFG, 7ª edición, SCDOFG 2016, páginas 40-55).
[2] Desde una doble perspectiva, la de la actualidad y la de la humanidad (en los dos sentidos del término).
[3] Este mensaje está presente en el Corán, pero demasiado a menudo enmascarado por doctrinas inventadas que le son extrañas, interpretativas, usurpadoras, nocivos, desnaturalizadoras y desviantes.
[4] Se trata de la irreductibilidad a una doctrina cualquiera, petrificada por naturaleza. La verdad, en el mensaje islámico, es una idea no fosilizada y no fosilizante, una idea que forja y preserva la dinámica de investigación, de estudio, de pensamiento. Esto es plenamente acorde con la idea islámica de un Dios vivo, misterioso, maestro, cuya palabra no se agota.
[5] Idea recogida incluso en el propio significado de la palabra "Islam".
[6] El Corán promueve, por su esencia, la reflexión y la investigación sin fronteras y sin anteojeras, al igual que los temas que menciona y aborda, a diferencia de la esterilización llevada a cabo durante siglos por doctrinas de otra naturaleza, antinatural. Recordemos que una proporción significativa de los versos del Corán (muchos cientos, calculados en un octavo del total versos) fomenta la investigación en todos los campos, en los de la creación, del conjunto de la creación. El siguiente verso, por ejemplo, significa la magnitud de la invitación coránica de la llamada divina a la observación y al descubrimiento: "En la creación de los cielos y de la tierra y en la sucesión de la noche y el día hay, ciertamente, signos para los dotados de intelecto" (Sura 3, verso 190).
[7] ...radicalmente opuesta, recordémoslo, a todo cuanto afecta a la humanidad, a la creación divina, bajo cualquier forma que esta sea.
[8] Quien no ha sido creado, quien no ha engendrado, quien no puede ser igual, quien siempre ha existido. Él es la Realidad Absoluta, el Increado, el Primero, el Último, el Origen, el Inalterado, el Omnipresente, el Omnisciente, el Omnipotente. Enseñanza islámica.
[9] En el orden cronológico de la revelación coránica, los cinco primeros versos revelados son, tal como se afirma y admite, los versos 1 a 5 de la sura 96: "En el Nombre de Dios el Origen el Disponedor. Lee en el Nombre de Tu Maestro, Quien ha creado 1 Ha creado al humano a partir de una adherencia 2 Lee, que Tu Maestro es el Más Generoso 3 Aquel Que ha Enseñado por la pluma 4 Ha hecho Saber al hombre lo que no sabía 5".
[10] No en virtud de los hábitos adquiridos o como un esclavo ante su amo, sino a imagen del estudiante dotado de entendimiento, en busca de conocimiento, investigando y haciendo referencia a la enseñanza de su Maestro, quien le hace progresar en clarividencia y en sabiduría. El Islam verdadero requiere paz y se concibe en la atención y estudio, la escucha y la comprensión, la inteligencia y la maestría. Es nulo el Islam sin inteligencia, reconocimiento y caridad, sin la paz del espíritu y el espíritu de la paz. La paz, recuerda Farid Gabteni, caracteriza el Islam en sus fundamentos, incluso en los rasgos lingüísticos del término.
[11] Es decir, la religión de la adoración de un solo Dios, irreductible ante nada ni nadie.
[12] A diferencia de las ideologías en general, relativas, transitorias.
[13] Tanto personal como colectiva.
[14] Sobre este tema, remitimos al lector a nuestro prefacio del libro "El sol sale por el Oeste" de Farid Gabteni op. cit.
[15] Recordemos aquí el verso coránico: "Lo que te llega excelente, entonces es de Dios, y lo que ha llegado impuro, entonces es de tu ser... " (sura 4, verso 79)